A ti, Javier, que (con mucha razón) echabas de menos la sección hoteles chulos.
Los últimos días han sido un viajar por trabajo continuo: Portugal, Madrid, Menorca, Bilbao… y vuelta a Madrid para celebrar lo que la Habana unió. Así que ilusa de mí hoy solo pienso en dormir, en una cura de sueño, en un spa… Y mi mente se ha teletransportado a un lugar que tiene todo esto y más.
El hotel Can Faustino, en Menorca, no es solo un edificio histórico inundado de confort chic. Es también un espectacular palacio de los tantos que habitan escondidos, entre reminiscencias medievales y árabes, en el casco antiguo de Ciutadella.
Es el caso de Can Faustino, que fue adquirida en 1931 por Faustino de Olives al contraer matrimonio con Carmen Beltrán. Pero la saga de los Olives Beltrán no tardó en extinguirse, dando fin a la ‘sucesión aristocrática’ y la casa señorial pasó a otros propietarios. Entre las posesiones de esta familia estaba uno de los sitios más espectaculares de la isla: el predio de Alparico donde se encuentra la playa de Macarella. Años después, Laurent Morel-Ruymen captó la riqueza arquitectónica y patrimonial de esta casona única. El presidente del grupo hotelero Mare&Terra transformó Can Faustino en un hotel que conserva el atractivo de tiempos pasados y donde predomina el buen gusto.
Digamos que él fue el ideador pero el proyecto es obra de los arquitectos franceses CFA y el balear Antoni Vivó. El diseño de interiores tiene el exquisito sello del prestigioso estudio Putman.
Y es que nos encontramos en el primer y único Relais & Chateaux de Menorca. Sí, carete y sí, merece la pena. Aquel verano pasamos gran parte de las vacaciones en un hotel sencillo pero los últimos días, coincidiendo con el aniversario bodil, pues bueno… ¡tiramos la casa un poco por la ventana! y nos trasladamos a esta delicia de hotel.
Tras atravesar una recepción casi monacal, y bajo las antiguas bóvedas del palacio, se descubren los espacios comunes del hotel: biblioteca, piano bar y restaurante con cocina de temporada con excelentes críticas (no lo llegamos a probar ya que preferimos callejear).

CONFORT CONTEMPORÁNEO EN LA ANTIGUA RESIDENCIA DE LA FAMILIA AMETLLER (S.XVII)
Las 21 habitaciones y 3 suites brindan una atmósfera simple y relajante en la que predominan la piedra natural y los tonos blancos y crudos, sólo interrumpidos por el negro mármol de los cuartos de baño.
Nuestra habitación era pequeña con ascendencia a diminuta (a ver, ‘tiramos la casa por la ventana’ aunque con mesura, eh? XDXD) pero estaba muy bien aprovechada y decorada: cálida, tranquila y con vistas a la Catedral y a esas cubiertas que dan pistas del caos ordenado del casco histórico de Ciudadela.
En Can Faustino el día se inaugura con un desayuno rico-rico. Mermeladas naturales (de sabores nada típicos), diferentes panes, repostería propia, quesos y embutidos locales y zumos recién exprimidos hacen del desayuno un festival. Además, el día acompañaba y tomamos el desayuno a la sombra de las buganvillas, en el antiguo huerto del palacete, hoy reconvertido en patio.
LAS ‘OTRAS AGUAS TURQUESAS’ EN MENORCA 😉
En este pequeño oasis, darse un baño en la piscina de agua salada y leer una novela en la hamaca es calma total. Pero si se quiere alcanzar un grado superior de relajación, el spa de Can Faustino es una acertada alternativa. Además de miles de tratamientos reparadores ¿qué me decís del hamman en la cavidad de una antigua cueva?
Sin duda, Can Faustino es un hotel a la altura de la isla que lo acoge.


Ojala ahora todos aquí.
Siempre nos quedará la teletransportación.
Y los blogs 😉
P. D.: Gracias a Alberto por la recomendación, por el contexto histórico y por ser el anfitrión top de Ciudadela.
La sección de comentarios es toda tuya
A mí también me encantará leerte.